Estábamos llegando a nuestro
destino cuando de repente noté que Alan se acercó a mi casco y me dijo:
“Acelera, que me meo”. Aquellas palabras eran música para mis oídos, así que
subí la marcha y aceleré a fondo, notando como el rugido de la Harley se hacía
ensordecedor y potente, impulsándonos a gran velocidad por la larga y vacía
avenida principal. Al fondo vi como el semáforo se puso en rojo y aminoré. No
quería pagar más multas en lo que quedaba de mes. Tras pararnos en el semáforo,
empecé a notar como la moto daba pequeños brinquitos. Miré a mí alrededor y me
percaté de que la pierna de Alan no paraba de temblar. Me estaba poniendo de
los nervios. Me estaban entrando ganas de mear a mí también.
-Como
sigas así, vas a ir caminando –le dije mientras le puse la mano sobre la
inquieta pierna para que parase con el maldito “tic”-. ¡Me pones de los
nervios!
-Perdona
Mike. ¡Pero es que me estoy meando!
-Pues
hazte un nudo o piensa en otra cosa, pero deja ya el jodido tembleque.
Tras sermonearle, alcé la vista
al frente y vi la figura de una mujer, sentada en un banco y por lo que
parecía, estaba llorando. Tras analizar dicha figura, me percaté de que era
Anne. ¿Qué hacía sola a esas horas en la calle, y encima llorando? Le di unos
golpes al casco de Alan y le hago señas para que mirase en dirección a nuestra
amiga. Yo sabía que estaba así por mi culpa. Yo la amaba, y ella me amaba a mí,
pero también amaba a Alan. Entre los tres tuvimos una fuerte discusión y nos
peleamos. Pero al tiempo le expliqué a Alan lo que sentía por ella y lo aceptó,
y me hizo entender que se sentía culpable por la situación. Aunque yo no
entendí muy bien el porqué.
-Ve
con ella... –le dije en un tono seco, casi obligándole.
-Pero
Mike, tú...
-No
importa, sabes perfectamente que te ama. Yo ya lo he superado... Estáis hechos
el uno para el otro.
-Gracias,
Mike. Eres un gran amigo...
Eres un gran amigo. No sabía si
alegrarme o llorar también, pero aquellas palabras me habían llegado al alma.
¿Realmente había superado el no poder ser correspondido? No creía que fuese
cierto. Tiempo atrás estuve bastante enamorado de Anne. Era una chica lista,
guapa y tenía un buen sentido del humor. Era una persona agradable. Pero empezó
a salir con Alan, y fue ahí cuando me di cuenta de que no era para mí.
Tras darme las gracias, se bajó
corriendo de la moto y sin mirar si quiera si venían coches, cruzó la avenida
hasta llegar a Anne mientras se quitaba el casco. Vi como lo miró con un rostro
que mostraba confusión, pero se levantó cambiando mostrando una sonrisa, secándose
las lágrimas que caían por su rostro. Me quité el casco para que me diese un
poco el aire. Cuando me lo termine de quitar vi como Alan, cuando llegó hasta
Anne, la besó con pasión. Eso fue como un gran puñal clavándose en mi corazón,
aunque ya sabía que lo nuestro era imposible. A pesar de que una vez nos
acostamos, yo sabía que me estaba utilizando para intentar sacarse a Alan de la
cabeza, y no sabía muy bien el porqué, pero aquel día me dejé llevar. Desde
hacía algún tiempo sentía algo más que amistad por ella. Pero era imposible. Me
había enamorado de ella, y cuando me pidió ayuda, no se la negué.
Aquella noche me pidió que me
quedase en su casa a dormir, que no quisiera pasar la noche con Alan, y como
amigo suyo que era acepté sin dudarlo. Tal vez ese fue mi error. Bebimos un
poco esa noche, pero no lo suficiente como para emborracharnos. Tras decidir
que ya era tarde para seguir bebiendo, decidimos subir a la habitación a
dormir. Ahí empezó todo. Mientras hablábamos los dos tumbados sobre la cama,
ella se abrazaba cada vez más fuerte a mí. Como no sabía cómo reaccionar, le
fui a dar un beso en la frente. Ella, no sé si por accidente o adrede, miró
hacia arriba, haciendo que mis labios fuesen directos a los suyos, dándole un
suave beso en los labios. Tras esto, aparte la mirada rápidamente, seguramente
tornándome de un color rojizo, pero ella no hizo lo mismo. La miré
disimuladamente y vi como su mano se acercaba lentamente a mis mejillas, y tras
darme una suave caricia, me agarró por el mentón y se acercó a mí.
-Bésame,
Mike... –me dijo con un tono sensual y lascivo, besándome en los labios.
No sé por qué, pero aquel beso
me gustó más de la cuenta. Sentí un gran placer cuando sus labios rozaron los míos
y se unieron en ese beso. Yo sabía que no podía seguir, pero no podía parar el
deseo de mi cuerpo por continuar. Pero entre besos y caricias, llegó el plato
fuerte. Sus manos comenzaron a masajearme el miembro, que más erecto no podría
estar. Sólo vestíamos con el pijama, que en mi caso era solo un bóxer de color
negro y el de ella un camisón y calcetines.
-Anne,
esto no está bien... No puedo hacerlo... ¿Y Alan?
-Que
le den a Alan –dice mientras me quita la ropa interior-. Sabes que desde el
principio yo te amaba a ti –sus manos me agarraban firmemente el miembro,
comenzando a masturbarme-. Tú solo disfruta...
-Anne...
Agh... No, para... –más que palabras, solo podía soltar leves gemidos.
-Te
amo...
Fue ahí cuando me dejé llevar por
completo. Ni me planteé tan siquiera si realmente me amaba o no, pero hacía
muchísimo tiempo que no sentía tanto placer y ansias de poseer a alguien. Al
cabo de un rato, nos olvidamos de las manos y ella se colocó sobre mí,
cabalgándome sin control. Entre embestidas y cambios de posiciones, nalgadas y
mordiscos, gemía cada vez más alto. Nuestros cuerpos chorreaban sudor, y la
cama se desplazaba a causa del movimiento que hacíamos. A veces notaba como si
ella no estuviese allí, como si estuviese pensando en otra cosa, pero me daba
igual. Si estaba pensando en él, no me importaba. Yo sabía desde un principio
que me quería utilizar para ver si lograba olvidarse de él, pero no me
importaba. Después de tanto tiempo, le estaba haciendo lo que tanto quería hacerle.
En el último cambio de postura, cambiamos también de orificio. Durante la
última media hora practicamos sexo anal, salvajemente, llegando a romper el
somier de la cama. Tras llegar al orgasmo y de eyacular con ansia y fuerza, nos
quedamos abrazados en la cama, sudorosos pero satisfechos. Su cuerpo desnudo y
marcado por mis arañazos y mordiscos fue la última imagen que tuve de ella
antes de dormirme.
A la mañana siguiente, cuando me
desperté, miré la cama y la vi vacía. Parecía que se había ido, porque sus
cosas no estaban. Me levanté de la cama para ir al baño a ver si por casualidad
estaba en la ducha, pero tampoco estaba. Solo había una nota pegada en el
espejo del baño que ponía:
“Lo
siento, Mike. No sé por qué lo hice. Te pido perdón por lo de anoche, no
debería de haber pasado. Por favor, vete antes de que vuelva del trabajo. Y de
verdad que lo siento... Te mentí”
Pude ver como en la hoja había
secas unas marcas de gotas, que supongo que serían lágrimas. No daba crédito a
lo sucedido. No podía creer lo que había hecho. Era obvio que me había tratado
como un juguete, pero no pude detenerla, no pude detenerme. Tras dejar la nota
en el lavabo, lo único que pude hacer fue meterme en la bañera vacía y llenarla
con un mar de lágrimas que empezaron a brotar en mí, repitiéndome una y otra
vez: “¿Por qué lo hice?”. Lo peor no era eso. Lo peor era que no podía sentir
odio ni rencor hacia Anne, ni mucho menos contra Alan. Sentía como si hubiese
hecho algo bueno por ellos, un favor a un amigo. Aunque fuese yo el que
terminase mal.
-Mierda...
¿Por qué me vienen esos recuerdos a la cabeza? –les volví a mirar y solo veía
amor. Un amor que nunca podrá ser mío.
Aparté la vista rápidamente y me
quedé mirando fijamente el cuentakilómetros de la moto, que reflejaba la luz
del semáforo en una noche que para mí se tornaba de nubes y dolor. Pude ver por
el reflejo de la moto, como la luz del semáforo se ponía de color verde y, sin
alzar la vista, aceleré. De repente, oigo como una sirena se acerca rápidamente
hacia mí y cuando miré, solo pude ver el rostro de la muerte sonriéndome. Una
ambulancia me embistió, haciendo que saltara por los aires junto a los pedazos
de la Harley. Caí al suelo dando varias vueltas campana, raspando toda mi piel
contra el asfalto y dejando un rastro tras de mí, un gran rastro de sangre y
trozos de la ropa que llevaba puesta. Cuando por fin dejé de girar, quedé
tumbado boca arriba una de las tibias rota, saliéndose del pantalón, uno de los
brazos completamente desencajado del hombro y el torso empapado en sangre con
trozos de metal clavados en él. No muy lejos vi la moto completamente
destrozada por el brutal impacto. No la vi venir. Estaba tan ausente en mis
pensamientos que no presté atención a lo que me rodeaba salvo a la feliz
pareja. Quedándome ya sin fuerzas, deje caer mi cabeza en el suelo, volviendo a
sentir como las lágrimas de dolor volvían a brotar de mis ojos. Ya era
demasiado tarde para pensarlo de nuevo, pero otra vez me vino esa frase a la
cabeza y me dejó desorientado: “He sido un juguete”.
No me importaba morir en aquel
momento, lo único que quería era que todo fuese un sueño, una mala pesadilla de
la que pronto despertaría.
El cielo nublado descargó con
fuerza una lluvia violenta y salvaje, que acariciaba mi piel, pero que no
llegué a sentirla. Cuando parpadeé lentamente vi como el rostro de Anne
aparecía ante mí y me hablaba, pero no lograba escucharla. Al otro lado veía a Alan
hablando por el móvil. Hacían una buena pareja. Se acercó el hombre que
conducía la ambulancia preocupado y llevándose las manos a la cabeza mientras
parecía cagarse en los muertos de alguien. Las frías manos de Anne se acercaron
a mi rostro y me acariciaron, y solo llegué a entender dos palabras que me
había dicho aquella noche mientras me utilizaba: Te amo.
Tras ver como rompía de nuevo a
llorar, sentí sus labios besar los míos, haciéndome recordar aquel dulce beso.
Sentí como se me paraba el corazón y como se me cortaba la respiración, y en un
último intento de acariciarle la mejilla mientras me besaba, todo se volvió
negro.
A pesar de todo, me llevé uno de
los recuerdos más bonito y doloroso que me pudo dar la vida: su beso.