Desde hacía
ya un par de meses, notaba que Helena estaba más distante conmigo. Ya no quería
abrazarme tanto como antes, ya no me besaba a penas cuando nos veíamos al
llegar del trabajo y siempre venía con una colonia distinta a la que se ponía
por las mañanas. Llamé a los chicos del club para que mirasen a ver si había
algo raro en su rutina, ya fuese en el trabajo o con algún amigo. Y la peor
noticia se confirmó a los pocos días de empezar con el seguimiento. Recibí una
llamada de Charlie a eso de las tres de la tarde, momento en el cual Helena
salía de trabajar para ir a tomar algo antes de retomar la jornada de trabajo.
-Hey, Jack. Soy Charlie.
Tengo...una noticia acerca de tu chica que no creo que te guste mucho, pero me
siento en la obligación de contártelo.
-Me estas asustando, Charlie. ¿De
que se trata? –le dije con una voz algo temblorosa.
-Verás, acabo de ver como Helena
sale del trabajo bajo el brazo de un tío algo mas bajito que tú, trajeado. Y
van cogidos de la mano.
-¿Estás seguro de que es Helena,
de que es mí Helena? –negué levemente con la cabeza.
-Mi vista no me falla, chico.
Esas caderas y ese corte de pelo es inconfundible, macho. Estoy observando
desde la furgoneta en la calle de enfrente, y estoy usando mis prismáticos.
Anthony puede confirmártelo si quieres.
-Chicos, no quiero cagarla con
esto. Quiero que esté más que confirmado antes de hacer nada.
-Oye, Jack –era la voz de
Anthony-. Te puedo jurar que es tu chica. De todas formas, hemos pagado al
camarero para que eche un vistazo. Le hemos mostrado la foto de tu chica para
que pudiese identificarla.
-Joder –se me comenzaron a rayar
los ojos-. Lo sabía. Sabía que me ocultaba algo, aunque me lo negara todo.
-Jack, lo siento tío. De todas
formas, esperaremos a que se vallan para acercarnos al chaval y preguntarle,
para sacarnos de dudas.
-Da igual, chicos. Ya es oficial
que soy un puto cornudo de mierda. Gracias por todo. Cuidaos.
Antes
de que pudiesen responderme colgué el teléfono y lo lancé tan lejos como pude,
estrellándolo contra la pared. Las lágrimas de rabia y dolor no paraban de
brotar de mis ojos y recorrer mis mejillas. Apretaba con fuerza las manos,
intentando asimilar lo que estaba pasando. Pero no podía, era tanto lo que
había pasado con ella que me resultaba algo bastante complicado el pensar que
me estaba engañando con alguien del curro.
Ese
día me había fugado de la discográfica para continuar con mi investigación ya
que, mi horario era de nueve de la mañana a cinco de la tarde en horario
continuo. Teníamos solo una pausa para el bocadillo y ya está, y aún así nos lo
daban en la sala de grabación. Lo cual significaba que no sabía de Helena hasta
la tarde/noche, que era cuando ella llegaba.
No
tenía a ningún conocido por la zona de su trabajo, se tardaba más o menos una hora
y media en llegar si ibas en coche o moto, y había poca cobertura de móvil.
Todo era perfecto para una aventura sin limitaciones.
Estuve
un par de horas llorando solo en mi casa y bebiéndome todas las botellas de
whiskey que había en la despensa. Recibí un mensaje en mi móvil de parte de
Anthony en el que decía: “Acaban de salir del trabajo y se están dirigiendo a
la casa de él, pero les hemos perdido en un atasco en la autopista, pero
sabemos que vive en una casa amarilla dos manzanas por encima de tu casa. No
hagas ninguna locura”. A los pocos segundos de recibir el mensaje me levanté
como pude, me acerqué al garaje y cargué la pistola, colocándole el silenciador
y guardándola en mis pantalones. Me acerqué a la moto y me monté, arrancándola
y acelerando al máximo, intentado ver si llegaba antes que ellos.
Cuando
pasé las dos manzanas, puede ver como ante mí había una serie de casas de
madera, todas pintadas en blanco menos una. La había encontrado. Aparqué la
moto lo más lejos que pude, pero en un sitio que fuese visible desde lejos, ya
que la calle de la casa solo tenía una entrada que hacía a su vez de salida. Me
acerqué a la puerta de la casa y entré, tirando la puerta de un fuerte golpe.
Tras unos segundos mirando a mi alrededor, y por impulso, volví a colocar la
puerta en su sitio, para que al entrar no sospecharan nada. Subí corriendo a la
habitación principal y me metí dentro del armario, esperando a que llegasen,
con los ojos completamente inundados en lágrimas.
-Como entre por esa puerta...
todo habrá acabado –dije para mi mismo, esperando.
Tras
un par de minutos de espera, oí como un coche aparcaba fuera. A los pocos
segundos se habría la puerta de la casa y comencé a oír voces, y entre ellas la
de Helena algo excitada.
-¿Y que le diré cuando vea que me
crece el vientre? –preguntó ella.
-Pues no lo sé, dile que la
ultima vez que lo hicisteis se pinchó el condón o algo –oí una voz masculina y
luego el sonido de besos.
-Pero según la prueba, el semen
es tuyo, ¿qué hago si decide hacerle la prueba del ADN al bebé?
-No lo sé, de aquí a allí
tendremos tiempo de pensarlo. Ahora vamos al cuarto antes de que se haga la
hora de irte.
Seguí
escuchando besos, gemidos y pasos, seguidos del crujir de los escalones de
madera. Al momento, se abrió de golpe la puerta de la habitación y les vi
entrar. Ella estaba semi-desnuda, subida a él, besándole con pasión en los
labios. Mi ira se desbordó en ese momento, ya no necesitaba más pruebas.
Definitivamente su “amor” por mí había desaparecido. Saqué mi pistola del
pantalón y de una patada rompí la puerta del armario y les apunté una vez les
vi caer en la cama.
-Eres una maldita zorra de mierda
–les dije conteniéndome las ganas de vaciar el cargador sobre sus cuerpos.
Ambos
se sobresaltaron con el estruendo de la puerta del armario, quedándose ambos en
shock al verme.
-¿Jack? ¿Qué haces tú aquí? –dijo
ella tartamudeando.
-Confirmar mis sospechas acerca
de lo puta y mentirosa que eres. Y en cuanto a ti, rubiales, no volverás a ver
la luz del sol.
Antes
de que el tipo pudiese pronunciar palabra apreté el gatillo dos veces
apuntándole a la cabeza, haciendo que su sangre bañase la cara de Helena. Ella
comenzó a gritar de pánico, quitándose el cuerpo del individuo aquel de encima
y luego mirándome con miedo.
-Jack, por favor... Deja que te
lo explique –comenzó a llorar, arrodillándose ante mí.
-No tienes nada que explicarme.
Si no me amabas, solo tenías que decírmelo... y no acostarte con el primero que
pase. Que menuda coincidencia, el es el tipo de chico ideal para ti, según tú.
Rubio y de ojos claros. Perfecto, ¿no?
-Jack... por favor...
-No hay favor que valga... Todo a
acabado...
Me
acerqué a ella, obligándola a tumbarse de nuevo en la cama y abriéndole las
piernas. La miré a los ojos y luego coloqué la punta del silenciador en su
vagina, apuntando de tal forma que el tubo del silenciador, quedase en
perpendicular a la cama, apoyándose de lleno en el clítoris.
-Nadie volverá a entrar aquí, si
no soy yo...
Sin
pensármelo dos veces apreté el gatillo, disparando tres veces sobre su zona
íntima, dejándola completamente encharcada en sangre y gritando de dolor. Me
alejé un par de pasos de la cama, mirando como se retorcía de dolor gritando mi
nombre.
-Ya nadie podrá hacerte daño
nunca más. Ni si quiera yo... –me introduje el cañón del arma en la boca y
apreté el gatillo, desparramando mis sesos por las cortinas y paredes.
Al
caer redondo al suelo, y unos segundos antes de que perdiese la vida, pude ver
como los chicos del club entraban corriendo en la habitación y se quedaban
mirando atónitos la escena. Tras echar un último vistazo a la ensangrentada
mentirosa, esbocé una sonrisa y todo se volvió negro para mí.
“Si el amor falla en tu vida, si sabes que lo que sientes hacia otra
persona esta menguando, desapareciendo, más vale que tengas el valor de
decírselo a la cara antes de cometer un error fatal, ya que las cosas pueden
acabar peor de lo que te imaginas. La mentira y el orgullo son la auténtica perdición
del ser humano”
-Éxort-